jueves, 8 de marzo de 2012

Todas las flores del desierto




Todas las flores del desierto están cerca de la luz.
Todas las mujeres bellas son las que yo he visto,

las que andan por la
calle con abrigos largos y minifaldas, las que huelen a limpio y sonríen
cuando las miran. Sin medidas perfectas, sin tacones de vértigo. Las
mujeres más bellas esperan el autobús de mi barrio o se compran bolsos en
tiendas de saldo. Se pintan los ojos como les gusta y los labios de carmín
de chino.
Las flores del desierto son las mujeres que tienen sonrisas en los ojos,
que te acarician las manos cuando estás triste, que pierden las llaves al
fondo del abrigo, las que cenan pizza en grupos de amigos y lloran sólo con
unos pocos, las que se lavan el pelo y lo secan al viento.
Las bellezas reales son las que toman cerveza y no miden cuántas patatas
han comido, las que se sientan en bancos del parque con bolsas de pipas,
las que acarician con ternura a los perros que se acercan a olerlas. Las
preciosas damas de chándal de domingo. Las que huelen a mora y a caramelos
de regaliz.
Las mujeres hermosas no salen en revistas, las ojean en el médico, y
esperan al novio, ilusionadas, con vestidos de fresas. Y se ríen libres de
los chistes de la tele, y se tragan el fútbol a cambio de un beso.
Las mujeres normales derrochan belleza, no glamour, desgastan las sonrisas
mirando a los ojos, y cruzan las piernas y arquean la espalda. Salen en las
fotos rodeadas de gente sin retoques, riéndose a carcajadas, abrazando a
los suyos con la felicidad embotellada de los grandes grupos.
Las mujeres normales son las auténticas bellezas, sin gomas ni lápices. Las
flores del desierto son las que están a tu lado. Las que te aman y las que
amamos. Sólo hay que saber mirar más allá del tipazo, de los ojazos, de las
piernas torneadas, de los pechos de vértigo. Efímeros adornos, vestigios
del tiempo, enemigos de la forma y enemigos del alma. Vértigo de divas y llanto de princesas

Mario vargas Llosa